martes, 9 de marzo de 2010

Experiencias personales

Suele coincidir mis disidencias en tres clases de personas: bravucones temerarios, obsecuentes por oficio y vendedores de cerezas; o al menos así lo dicen mis experiencias personales. Aunque a veces creo que ha sido algo apresurado incluir en la nómina a los “bravucones temerarios”, después de todo solo he tenido problemas con 3, y uno de ellos era mi hermano mayor.
Otro es el asunto si de mercaderes de cerezas hablamos, éstos si que han llegado colmar mi tolerancia con total eficacia. Probablemente el hecho de haber vivido casi 20 años a unos pocos metros de un puestito “cerezero” le haya jugado muy en contra al gremio en cuestión, pero lo cierto es que los aborrezco. Recuerdo con enfado como aquel senil individuo tardaba larguísimos segundos en hacer a mano las “cuentitas del vuelto”; “me tenés que dar 50 centavos” le explicaba encrespado, “pará un poquito pibe, me llevo dos, bajo una…” seguía el anciano sin inmutarse.
Pero a veces pienso si será justo hacer tal juicio de valor basándome solo en mis experiencias personales, es lo que tengo mas a mano eso es cierto, pero con igual criterio la madre de un hijo bizco pensaría que los bizcos son las personas mas maravillosas del mundo; y sepan disculparme pero de bizcos conozco y mucho, todos mal gente créanme.
Cómo hacemos entonces para construir valoraciones fehacientes sin recurrir a lo íntimo, a lo subjetivo? Personalmente lo considero imposible, por lo pronto yo seguiré pensando que los vendedores de cerezas son la peor miseria de la creación divina.

1 comentario:

  1. bueno......dicen que hay una delgada línea entre la genialidad y la locura...:)

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